De Mesías, promesas y realidades sorprendentes

Esta entrada, está dedicada íntegramente al resumen de los capítulos seis, siete y ocho.

En el sexto capítulo, titulado "El 'cargo' fantasma", el autor, Marvin Harris, nos intenta dar cuenta de la ignorancia de los pueblos indígenas frente al 'poder' o 'superioridad' de los hombres blancos. No se trataba de que no comprendieran los principios del sistema, como creían los europeos, sino de que eran inaceptables para ellos, pues podían ver que los grandes hombres no trabajaban mientras que para ellos adaptarse al sistema significaba trabajar a cambio de una miseria. Los nativos creían que tenían derecho a esa riqueza que veían pero que no disfrutaban, puesto que la producían trabajando para el hombre blanco, y ese era el secreto que encerraba el cargo.

En el séptimo de los capítulos del libro, titulado "Mesías", la historia se centra en la promesa de Yahvé, que prometió que el reino de David perduraría para siempre, pero esta se desmoronó después de la muerte de David. El lugar escogido para el desarrollo de este gran imperio, constituía un pasillo militar que recorrían los grandes ejércitos de la antigüedad de los egipcios a los romanos pasando por babilonios, sirios, persas y griegos entre otros. El gran misterio era porqué no se había cumplido la promesa de Dios, y su pueblo había sido esclavizado y sometido repetidas veces. La respuesta no fue otra que los judíos tampoco habían cumplido su promesa, al violar las leyes sagradas y practicar ritos impuros. Cuando estos borraran sus pecados, serían perdonados y un nuevo príncipe vendría a vengar a su pueblo y construiría un imperio eterno. Dichas profecías se realizaron en un contexto de guerras de liberación contra el sistema colonialista explotador. Como eran llevadas a cabo por Mesías militares tenían el apoyo popular.

En el último capítulo de esta entrada, es decir, el octavo del libro, se describe la realidad desconocida de Jesús. Jesús de Nazaret, no era tan pacífico como se pensaba desde tiempos remotos. Cuando la popularidad de Jesús creció, inició su predicación en Jerusalén, era el Mesías de una pequeña nación y su príncipe de la guerra aparentemente inofensivo, descendiente de David. Al menos dos de sus discípulos tenían apodos que los vinculaban con los combatientes: Simón, el zelote y Judas Iscariote. La figura de éste no se perfeccionó hasta mucho más tarde, cuando el evangelista Pablo quiso sentar las bases para el culto pacifista. Lo que el autor intenta explicar en este capítulo es que los escritores de los Evangelios, como Pablo, cambiaron el equilibrio hacía la figura de un “Mesías pacífico”.

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